El gris tradicional del uniforme de Securitas: tal es el color con el que va vestido a diario el escritor Juan Carlos Rojas. No es una metáfora, ni un reflejo de su rutina: es su rutina. Rojas escribe, pero como tantos otros tiene que ganarse la vida de otra forma. Vigila, patrulla, está ojo avizor. Lo que hace un vigilante. Pero algo muy notable lo distingue de los otros, y es que cada cierto tiempo se da el placer de llegar al trabajo y decir, no que lo han publicado, no; o no solo. De llegar y mostrar su última obra en las librerías.
-Como todas las dobles vidas, con muy poco tiempo libre, supongo.
-Sí, el trabajo de vigilante exige tiempo. Son turnos largos. Pero cuando a uno le apasiona algo siempre saca tiempo para hacerlo.
-¿Qué trabajo en concreto tiene asignado ahora?
-Ahora mismo estoy en la narcosala de la rambla de Prim.
-Ah. Y qué: ¿muy movido?
-Qué va. Yo pensaba que iba a ser más complicado, pero la gente que va allí es muy educada, se comportan muy bien, no dan problemas. Me llego hasta a aburrir. Es uno de los trabajos más tranquilos que he tenido.
-¿En comparación con qué, por ejemplo?
-Pues en comparación con el metro, por ejemplo. Estuve tres años de vigilante en el metro, en la línea 1 y la línea 5. Me tocaba patrullar solo, lo cual siempre entraña más riesgos que hacerlo con un compañero.
-¿Tuvo algún incidente desagradable?
-Sí, una vez, en el 2011, en un peaje de interventores. Sufrí una agresión tras la que, por cierto, hubo un juicio y recibí una indemnización. El problema, ¿sabe cuál es? El problema es que la figura del vigilante está mal vista por el 90% de las personas. Y no exagero.
-Sí, supongo… No le voy a decir que no.
-La gente lo ve a uno trabajando y siempre se escucha lo mismo: «Maltratador, déjalo en paz…», pero en la mayor parte de los casos han llegado tarde y no saben de qué va la cosa, qué está pasando, por qué está pasando, nada. Solo lo ven a uno sujetando a una persona y ya: maltratador. Es un trabajo muy, muy desagradecido, y de hecho tengo la intención de escribir una novela al respecto.
-¿Ah, sí? ¿Sobre un vigilante?
-Sí, una novela… Ya tengo el título y todo: Crónicas suburbanas; en la que voy a contar todo lo que he vivido. Quiero sacar a relucir la figura del vigilante como ser humano, trabajador, persona con familia, no solo como el que saca la porra y da porrazos.
-Hablemos de sus novelas. Ha publicado tres, ¿no?
-Sí… Después de tocar muchas puertas, eso sí, y durante años. Pero finalmente, en el año 2013, la editorial Chiado me publicó Los paladines de Dios, que es el primer libro de una tetralogía, Memoria eterna. Luego publiqué una novela llamada Hereje, camino de sangre, y ahora acabo de publicar la segunda de la tetralogía, La ruta de la muerte.
-Suenan a títulos de novela histórica.
-Lo son. Es una tetralogía que habla de los nexos entre templarios, cátaros y masones.
-¿Tiene otras inclinaciones, literariamente hablando, aparte de la novela histórica?
-Bueno, estoy en un grupo de poetas, el Grupo Chapeau, se llama. Actuamos, hacemos recitales. Cada cual recita sus poemas.
-Ah. Escribe poesía.
-Sí, de hecho estoy haciendo una recopilación. Me considero un poeta ácido.
-En el trabajo será un tipo… distinto.
-Bueno, me llaman El escritor. Pero no crea que soy tan raro, en realidad creo que le sorprendería comprobar la cantidad de compañeros que hay que leen mucho, que les gusta la cultura. Gente con sensibilidad. Todo lo contrario de lo que piensa la gente de nosotros.
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