En dos meses se han producido tres «secuestros» de trenes para pintarlos. Las empresas de transporte gastan al año 4 millones de euros en limpiarlos
Los trenes de Renfe y Metro son los «lienzos» preferidos para los grafiteros. Se afanan en pintar los vagones para ganar prestigio en su mundo vandálico. El objetivo es que circule luciendo su firma y que reconozcan su hazaña. Y, a ser posible, grabarlo y fotografiarlo para colgarlo en las páginas webs del «sector». Pero las empresas públicas de transporte son rápidas en retirar del circuito los convoyes. Si los pintan en cocheras, nunca salen de servicio, apuntan desde ambas entidades.
Quitar los restos del espray les cuesta a los entes cuatro millones de euros al año: tres, a Renfe; y uno, a Metro. Tienen claro que no van a dejar ningún tren manchado. El problema es que el gasto no es proporcional al castigo que se les impone a estos «comandos grafiteros». Al menos hasta ahora. En un intento de llevar a extremo sus «proezas», la última modalidad que se está dando en Metro y que preocupa a sus responsables es tirar del freno de emergencia, incluso accionando la seta de emergencia del conductor en la cabina con llaves clonadas, y retener a los pasajeros en contra de su voluntad hasta que terminan su pintada. Metro ha solicitado una pena de tres años de cárcel para el último caso.
Desde mayo, se han dado tres «secuestros» de este tipo en la línea 7 y 6 de Metro en horario nocturno. El primero, que ha podido conocer este diario, ocurrió el domingo 3 de mayo. El segundo, el 12 de junio y el tercero, el 26. Francisco Santodomingo fue uno de los usuarios que estuvo retenido en mayo durante 20 minutos, al igual que el medio centenar de pasajeros que iba en el convoy.
Atrapado en el metro «Volvía con mi novia de Soria. Llegamos a Avenida de América a las 21.40 de la noche. Cogimos la línea 7 para regresar a casa, en dirección Gregorio Marañón. A los 20 segundos de salir de la estacion, el tren se paró en el túnel. Después de cuatro minutos parados nos informaron por el megáfono de que iban a ayudar a un compañero», informa. Al otro lado de la vía estaba otro tren parado, el objetivo de los grafiteros. Pasaron otros cinco minutos sin saber nada. «Un chico se levantó y se fue hacia la cabina del conductor. Entonces dijo en alto que estaban pintando en el otro tren. Hacía más calor y la gente se empezaba a agobiar. Todos se acercaban a la zona delantera para ver qué ocurría. Una mujer mayor estaba angustiada. Le abrí la ventana para que cogiera aire y entonces entró de golpe el olor a pintura. Los viajeros se tapaban la nariz para no respirarlo», añade Francisco.
La gente estaba indignada. Dedicaban insultos a los grafiteros, que seguían pintando a su antojo. En ningún momento llegó nadie de seguridad. «Lo que me extraña es que estando tan cerca de la estación, nadie viniera para echarles», manifiesta este viajero. Los guardas de seguridad tienen orden de no actuar en casos de este tipo para evitar agresiones, indican desde Metro. Su acción se centra en avisar a la Policía y esperar a que lleguen. Los viajeros retenidos vieron cómo los delincuentes escapaban por la estación de Avenida de América después de realizar su obra. Tras 20 minutos parados, reanudaron la marcha. «Es un peligro para ellos y para todos los que van en el tren. Y es una gran molestia para los que tengan que coger el bus para otra ciudad en el intercambiador y lo pierdan».
Reforma clave El mayor problema en Metro y Renfe lo tienen en cocheras. Es un terreno más amplio. Hay cámaras de vigilancia, pero suelen ir tapados, espeficican. Las actuaciones en Metro están consiguiendo abortar siete de cada ocho tentativas de pintar en los vagones. La presencia de vigilantes es fundamental, dicen desde el suburbano. La reforma del Código Penal en 2010 incluyendo los grafitis como atentado contra bienes e inmuebles ha sido un elemento a favor para Renfe y Metro. Hace dos años, el suburbano consiguió condenar a un grafitero a dos años de cárcel por pintar en un tren. En Renfe han notado un descenso de acciones y se han incrementado las sentencias judiciales. En 2011, las denuncias de Renfe contra grafiteros se saldaron –en todo el territorio nacional– con 14 condenas.
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