Hoy es en una estación de tren, mañana en un centro comercial, al otro en un campo de fútbol y al siguiente en una nave de un polígono industrial, sale tan barato agredir a un vigilante de seguridad que los maleantes ni se lo piensan.
Y lo que es peor, la sensación de inseguridad va calando cada vez más en la profesión sin que nadie ponga coto ni remedio a esta sinrazón. Ni las leyes nos defienden, porque que están hechas a la medida de los empresarios para que cada vez haya más cuota de mercado. Ni las autoridades inspectoras nos dan la razón, ya que en muchos de los casos no le dan la debida importancia a las denuncias de los trabajares y justifican lo injustificable mirando para otro lado y buscando los vericuetos de una reglamentación deficiente y obsoleta. Ni las empresas de seguridad nos protegen, ya que van descaradamente a ganar dinero y les importa muy poco la seguridad de su personal.
Es desesperante tanta precariedad y tanto abandono. No podemos ejercer nuestra profesión sin unas mínimas garantías y con un casi nulo reconocimiento social, o al menos así es como lo perciben los asalariados de la seguridad privada. Es verdad que, una vez al año, los políticos y demás autoridades se deshacen en halagos a la profesión en la celebración del día nacional de la seguridad privada, pero poco más, porque si palabras no se traducen en hechos concretos, de poco nos sirven.
Esta es la realidad sangrante del vigilante de seguridad: sin reconocimiento social, con unos salarios tercermundistas y una alta peligrosidad que no está paliada con medidas para minimizar esos riesgos, por muchos planes de riesgos laborales que digan que hay, a la vista de lo visto, son más bien papel mojado. Eso sí, somos un producto barato y práctico, que tapa eficientemente los agujeros que deja al descubierto la seguridad pública. A nadie se le escapa la presencia cada vez más consolidada de agentes privados en espacios que son de competencia de los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado, que para eso entre otras cosas se ha redactado hace apenas dos años una nueva ley de seguridad privada. Ahora bien, eso de darles de verdad carácter de agente de autoridad a los vigilantes de seguridad, nada de nada, no se vayan a creer estos señores que son lo que no son.
Mientras, nuestras empresas van a lo que van. A sacar máxima rentabilidad con los mínimos costes, que de lo que se trata es de recuperar a toda costa los niveles de beneficios de antes de la crisis. Con esta clase de directivos sin escrúpulos, que van a saco por el taco, no es extraño que estemos como así, masticando a diario la inseguridad y con las carnes abiertas ya que en cualquier momento te puede caer una paliza, casi sin saber por dónde ha venido la cosa. Lo dicho: hoy es en una estación de tren, mañana en un centro comercial, al otro en un campo de fútbol y al siguiente en una nave de un polígono industrial... QUEREMOS MÁS SEGURIDAD PARA LOS VIGILANTES DE SEGURIDAD ¡YA!
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