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Según el texto legal, los vigilantes de seguridad privada podrán ir armados para “asegurar la protección de las personas expuestas a riesgos excepcionales”. Eso sí, la decisión final estará en manos de los prefectos departamentales que decidirán si “existe un riesgo excepcional de daños contra sus vidas”.
Por su parte, la Comisión Nacional Consultiva de Derechos Humanos teme que, con la aplicación de esta ley, puedan producirse abusos relacionados con la deficiente formación que reciben estos profesionales y la falta de supervisión.
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