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Pero, ¿de verdad estos trabajadores tienen que sufrir las dentelladas al estilo Hannibal Lecter de unos desgraciados que se pasean por el metro? Esta última agresión sobre las 6 de la mañana en el vestíbulo del metro Urquinaona me hace sentir escalofríos cada vez que paso por allí para dar mis clases de inglés. Estas personas no son policías; pero su labor es la de ayudante de las fuerzas y cuerpos de seguridad, y tienen una labor tan necesaria y difícil en la sociedad como la de proteger la seguridad de los usuarios del metro. Además de los insultos y vejaciones que sufren muchas veces en el ejercicio de sus funciones, en muchos casos a manos de menores de edad, por lo visto tampoco están a salvo de las salvajadas más caníbales.
Llevan, para defenderse, material que no se actualiza desde 1978; y, además, al ser considerados como 'simples ciudadanos' en el ámbito judicial, están indefensos si realizan cualquier acción que se considere agresiva (aunque sea para defender su integridad o la de otros). Actualmente, han conseguido que se le adjudique espray de pimienta y bufandas anti-cortes. Por favor, no convirtamos el subsuelo de Barcelona en las catacumbas del horror; el metro es de todos y la cuestión de la seguridad también.
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