No sé si dentro de diez, veinte o treinta años los historiadores escribirán sesudos estudios sobre ello o si incluso se harán películas que, creo yo, serán de tiros, intrigas y mucha acción. Pero hoy por hoy, nadie habla de ello. Parece que se ha olvidado que aquí se mataba a la gente y que llegó un día en que algunos ciudadanos no podían caminar solos por la calle.
Por eso, en el mes de agosto de este año que se va, en un pueblo de Extremadura en el que no hay otra cosa que hacer durante las horas de sol que dejar pasar el tiempo, se me ocurrió comprar un cuaderno y un bolígrafo y empezar a escribirla yo, que ni soy escritor ni historiador, sino un mindundi que trabaja en esto. Confieso que me da un poco de vergüenza decir que estoy escribiendo un libro como este porque, aunque he escrito otros, la tarea no es comparable y creo que me queda grande. Ahora, de una cosa estoy seguro. La forma en que yo veo las cosas que aquí han pasado está más cercana a las gentes que va dedicado que lo que puedan escribir los mejores escritores. Porque yo, que no soy escolta, he vivido entre ellos, les he entrenado y les he enseñado a algunos el oficio lo mejor que he podido. Como no han matado a ninguno, me doy por contento aunque podría haberlo hecho mejor.
Llevo ya varios capítulos escritos, como un tercio del libro. La tarea es ardua y me di un año para concluirla, o sea, hasta agosto. Ahora presento el proyecto y lo someto a debate público. Me gustaría tener la colaboración de los que trabajaron en ello, de los protegidos y de todo el que crea que puede aportar algo. Y una cosa muy importante, que me digan qué habría que contar porque, aunque yo lo tengo claro, siempre es bueno que haya sugerencias. Ya advierto que no tengo por qué hacer caso, que para eso firmo yo. Pero las agradeceré de todas formas.
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